Un lugar donde pensar

Un lugar donde pensar
La habitación de van Gogh (Vincent van Gogh)

29/7/10

El criador de pájaros

Autorretrato. El noctámbulo; Edvard Munch
El viento soplaba esa tarde en el viejo pueblo, era un día primaveral que se había transcurrido con normalidad y una cierta tranquilad para los habitantes de ese pueblo. Salvo en una excepción “el criador”, y es que su pájaro más ilustre, el más importante de todos, había desaparecido; se había esfumado como si el viento primaveral de una tarde, ya no tan insignificante, se lo hubiera llevado muy lejos.
La razón se presentaba como algo desconocido, es más, quizás no debiera existir tal razón, porque ya se sabe lo que se dice de estos pájaros tan legendarios, a la primera de cambio te abandonan. El problema era que para “el criador” la marcha de su pájaro más colorido, el más bello entre todas las especies, era el más importante para su actuación. Para él la actuación era lo que le sustentaba, daba sentido a su vida y la marcha del ser más importante de su actuación, y por tanto de su vida, lo había hundido por completo.
Sin más dilación se había ido, sin despedirse, sin advertir de su marcha. El mundo se había caído en pedazos para ese pobre criador que ya no esperaba un milagro, quizás porque creer era lo que menos le ayudaría en ese momento, él prefería olvidar con la botella de whisky. Borracho, “el criador” vagaba por las calles de una ciudad sin nombre, con unos habitantes desconocidos que lo miraban como si algo le reprochaban.
A la mañana siguiente poco se podía decir, se le había encontrado tirado en ese callejón ya cansado de la vida, cansado de sufrir y de esperanzarse para nada; aunque en aquel momento podría haber aparecido el pájaro al que había buscado toda la noche dándole el aliento que necesitaba para seguir viviendo pero entonces esta no sería la historia de este hombre, “el criador”.

26/7/10

Amor no deseado

Amor infundado,

amor espantado

en la lejanía donde las luces no se ven

y las miradas son de mentira.


Amor querido,

amor desesperado

donde los mundos se entrelazan

y nada de seguro tenemos.


Cómo quererte

si tú no me quieres;

cómo pasar el tiempo contigo;

si tú me odias;

¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo?


Ahora el mundo se deshace en pedazos,

en pequeños trocitos

a los cuales no puedo amar ni odiar.


Cómo olvidar lo sucedido

amor funesto,

amor no correspondido.

11/7/10

¿Odio?

Ese día no me levanté porque mis hijos vinieran a despertarme, o porque mi mujer tuviera prisa para ir al trabajo, o quizás porque mi madre estuviera pasando la aspiradora un sábado de resaca, ese día no.

Fue una luz, un flexo aturdidor apuntándome a la cara o quizás un golpe en mi mandíbula casi rota y ensangrentada, yo diría que fue un poco de todo, el caso es que me desperté en un lugar mugriento y desconocido, con gente que no había visto en toda mi asquerosa vida y que posiblemente me odiaban ¿y por qué razón? No tenía la más mínima idea, incluso quizás no existiesen razones, a veces no las hay para odiar, simplemente se odia sin saber por qué, como ocurre con la mayoría de las incógnitas del mundo.

Sólo se que ellos me pedía algo que yo no tenía y que nisiquiera sabía que podía ser. A veces pensaba ¿se habrán confundido de persona? Probablemente estuviera en el momento y en el lugar incorrecto, huyendo de mi familia.

Tampoco sabría decir cuanto tiempo estuve en ese antro, si estuve horas, días, meses. ¿qué más da? Creo que al forense no le importó mucho, ni a los medios de comunicación que anunciaron mi muerte y mucho menos al presidente del gobierno. Eso en cualquier caso les importó a esas personas que estuvieron día a día conmigo, esas personas que me aguantaron hasta el último de mis días. Sólo les importaba a aquellas personas que, paradójicamente, más odiaba antes de mi muerte.

6/7/10

la ciega amistad

Llevaba varios días encerrado en su cuarto, sin salir. No quería nada con nadie, y si ya era un chico un tanto callado y tímido, ahora de su boca no podía sacar ni una sola palabra. El mundo para él se reducía a estar encerrado en su habitación leyendo libros sin parar, ninguna actividad estaba en su lista de tareas tan solo devorar y devorar libros de Shakespeare, O. Wilde, etc e incluso se atrevía con el ensayo filosófico, un ser que aparentemente no parecía tener estudios. Yo no comprendía como podía estar tanto tiempo sumergido en el mundo de los libros, yo apenas había leído un par en mi vida. En cambio él parecía nutrirse con esos libros, parecían su alimento, lo que le sustentaba, lo único que le sostenía en este mundo lleno de sufrimiento.

Con esta situación, decidí ayudarle por el simple hecho de que debía al menos tener una vida social donde pudiera relacionarse y hacer amigos, pero cada vez que salíamos se paraba delante de las tiendas de libros a mirarlos desde el escaparate, la gente nos miraba por el barrio como si estuviéramos locos, imaginaos él parado en el escaparate y yo tirando de su cabeza. Esto resultaba ya un tanto enfermizo y a mí, sinceramente, me preocupaba bastante era mi amigo y no quería perderlo, debía de olvidarse por un tiempo de los libros.

Mi única solución tras una semana de deliberación fue llevarlo al médico a ver si podía poner solución a esta situación. A las ocho y media de la mañana me planté en la consulta del médico, ambos íbamos trajeados para causar una buena impresión al doctor. Pero nada más entrar por la puerta de la consulta y sin que yo dijera nada, el doctor me pregunto: ¿qué hace usted aquí? Yo simplemente dije: vengo a la consulta. Todo esto me parecía muy extraño porque ¿a qué venía esa pregunta? ¿Acaso conocía al doctor? No lo parecía. Tras mi respuesta el doctor me miro con cara un tanto asustada, conocía ese tipo de expresión, porque era exactamente la misma que ponían los vecinos de nuestro barrio. Así detenidamente, y obviando la expresión del médico, le conté el problema de mi amigo. Al acabar un silencio incomodo se apoderó de la habitación, yo no sabía qué hacer, me esperaba lo peor, pero ante todo lo que más me incomodaba era el silencio; así que le dije al doctor que dijera algo, a lo que este respondió con: ¿todo eso es cierto? Yo no sabía que responder, estaba muy nervioso, el médico me miraba con cara desalentadora, pero finalmente un tímido sí salió de mi boca. El médico agitaba la cabeza de un lado a otro, nada bueno podía esperar, así mi pregunta: ¿es grave doctor? A lo que él respondió: muy grave, ¿no se da cuenta que el que dice ser su amigo es una cabra? En ese mismo instante reflexioné y recordé todo lo que había pasado con los libros, miré a mi izquierda, y sí, me di cuenta que mi amigo era una cabra, ahora lo entendía todo.

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