Un lugar donde pensar

Un lugar donde pensar
La habitación de van Gogh (Vincent van Gogh)

19/4/10

Los sueños, sueños son


Jean-Antoine Houdon, "El Morfeo"

Tras varios días de la muerte de su mujer, Morfeo se decidía a acostarse para al menos intentar olvidar por unas horas ese terrible accidente que le angustiaba y le mataba de dolor.

Al despertar ya por la mañana, el día presentaba un sol radiante y Morfeo no parecía encontrarse demasiado mal, aunque ahora era consciente que debía seguir con su rutinaria vida sin su mujer. Varias horas habían pasado desde su tranquilo despertar, el tiempo se había ido entre pensamiento y pensamiento contemplando la posibilidad de volver a ver a su esposa, en ese momento ella interrumpió su pensamiento con un cálido y amable: buenos días, cariño.

Él asombrado por lo acontecido se froto los ojos para poder enfocar mejor la vista, ya que no era la primera vez que su visión le engañaba confundiendo a su mujer con la criada. Pero estaba en lo cierto, su mujer estaba ahí, como la misma mañana de su accidente, con ese camisón azul de encajes en los bordes y con su pelo castaño recogido.

En ese instante, Morfeo medio sollozando se levanto para abrazar a su esposa y decirle lo mucho que la quería, entonces ella exclamo ¡que pasa cariño! En ese momento Morfeo se dio cuenta que todo era un sueño y debía despertarse para no seguir sufriendo, debía despertar para no ver a su mujer, para poder superar su perdida.

Seguidamente y sin pensarlo, se dirigió al balcón, tras él su esposa preguntado por su repentina reacción, en un tono cada vez más elevado. Mientras tanto Morfeo ya se encontraba subido a la barandilla del balcón dispuesto a despertarse de ese dulce sueño, diciendo así sus últimas palabras: necesito despertar ¡tú no eres real! A lo que su mujer llorando dijo: Morfeo, si soy real, no digas tonterías, baja de ahí. Pero Morfeo echando una pequeña mirada hacia atrás y sin contestar se lanzó al vacío para despertar. Aunque desgraciadamente para Morfeo eso no era un sueño, sino la vida real. Tras eso la negra eternidad.

18/4/10

El placer de Arturo II

Transcurrieron varias semanas para que saliera de mi acogedora casa, ya que ese acontecimiento sucedido en el faro me había hecho sumergirme en lo más profundo de mi ser. Ahora me había aficionado a la música, cosa que con anterioridad a ese acontecimiento no recuerdo que hubiera escuchado composición musical alguna. No podía dejar de escuchar, se me planteaba como una necesidad, ulterior, pero al fin y al cabo una necesidad.

Me encontraba sentado en mi gran sillón de tela verde, un tanto viejo y descosido pero verdaderamente más cómodo que cualquier otro sillón que pudiera comprar, con una copa de whisky holandés en la mano, escuchando a Tchaikovsky. Experimentaba una enorme sensación, la paz inundaba mi alma intranquila, me sentía un hombre realizado, hecho por completo, parecía haber encontrado mi camino para llegar a la felicidad. En ese instante cerré los ojos y tras eso una avalancha de recuerdos se aparecía como fantasmas. Ya no estaba sentado en mi sillón verde escuchando música, ahora estaba en la casa de mis padres; Al fondo de la habitación veía a un niño pequeño y junto a él, su padre, gritándole y diciéndole como debía ser. Ya casi no me acordaba de este pequeño recuerdo, casi me había olvidado de cómo era mi padre, ese gran pintor que intentaba llevarme por el recto camino, que intentaba convencerme a gritos de que lo que él hacía era lo único verdadero en este mundo, lo único bueno.

Ese día no pude pegar ojo en toda la noche pensando en todos los acontecimientos pasados y en las repercusiones de estos. Realmente ese hecho me había suscitado a pensar sobre preguntas que jamás me había rondado la cabeza. Parecía como si el hecho de matar a una persona hubiera inspirado en mí una especie de sensibilidad que antaño no tenía. Sentíame por entonces una tanto descolocado, ya que era incapaz de reconocerme a mí mismo ¿había cambiado realmente? o es que ahora, tras tanto años, había descubierto la naturaleza de mi ser ¿Estaba cerca de aquello a lo que mi padre consideraba como bueno? Una nebulosa parecía recoger todos estos pensamientos que me tenía en vilo; Había entrado en una encrucijada que debía resolver.

13/4/10

Asentimiento

¡Ah! Dichosa eres tú,
que me llevas por donde quieres
me traes, me hieres;
no preguntas pero tampoco respondes.

Sufrir me haces sin condición
¿Por qué esa crueldad?
¿Acaso nací para sufrir?
Quizás sí, quizás no.

Ahora mis tabiques se caen en pedazos,
poco a poco, litigando;
a pequeños martillazos
necesarios e insistentes.

Tú no ruegas perdón,
daño haces para dar cuentas de tu posado,
escondida tras las esquinas,
esperando a un error aclamado.

Siempre estuviste ahí,
agarrada a un clavo hirviendo,
atada a los seres insignificantes,
sufridores por miedo y espanto.

Así, quizás sufrir no se elija,
quizás vivir tampoco
solo quiero decirte,
que tú, amor, a pesar de todo
eres lo único que tengo.

5/4/10

Versos tristes I (Rubén Darío)

Ya viste, corazón, que por incauto
en materias de amor,
has sufrido tremendos descalabros.
En fin, ¡sea por Dios!,
no escarmentaste en la cabeza ajena,
y por eso es que hoy,
recibes entre penas y amarguras
una sabia lección.
¡Ah, muy cara se compra la experiencia!
¿No es verdad, corazón?

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